La Literatura en el Cine: 1984

Diseño: Jorge Garnica
para La Literatura en el Cine
Gráfica Latinoamericana ®2007


Winston Smith vive en el Londres de un virtual 1984, en un mundo dividido en tres superpotencias: Eurasia, Asia Oriental y Oceanía, donde imperan, respectivamente, el neobolchevismo, la "adoración de la muerte" y el Ingsoc, acrónimo anglo para "socialismo inglés".

En Oceanía –de la que Londres es parte y donde se establece el Ingsoc–, el estado omnipresente obliga a cumplir las leyes y normas a los miembros del partido totalitario mediante el adoctrinamiento, la propaganda, el miedo y el castigo despiadado. Divide su poder en 4 ministerios:
Ministerio del Amor. Se ocupa de los castigos y la tortura a su antojo, pues en Oceanía no hay leyes escritas para no caer en contradicciones.
Ministerio de la Paz. Se encarga de asuntos relacionados con la guerra y con hacer que ésta sea permanente.
Ministerio de la Abundancia. Encargado de los asuntos relacionados con la economía y de conseguir que la gente viva siempre al borde de la subsistencia.
Ministerio de la Verdad. Se dedica a reescribir la historia, para que las predicciones del Gran Hermano coincidan con la realidad, a través del falseamiento a posteriori de dichas predicciones en los medios de comunicación.

El Gran Hermano, el Big Brother, suple a todo personaje político, él es el comandante en jefe, el guardián de la sociedad, el dios pagano y el juez supremo, aunque ni siquiera se sabe si existe realmente. Él es la encarnación de los ideales del Partido, el Partido ubicuo, único y todopoderoso que vigila sin descanso. Irónicamente, Orwell insinúa la posibilidad de que ya ni siquiera sea una persona real, sino un mero icono propagandístico.

El Partido al que han de pertenecer todas las personas, sólo se salvan los "proles", ellos no cuentan y tienen derechos como los animales, de hecho, la Policía del Pensamiento apenas los vigila: "a los proles se les permite la libertad intelectual porque no tienen intelecto alguno". Ni siquiera la familia está por encima de su presencia, es común la denuncia de hijos pequeños a sus propios padres por traicionar al Partido.

Tras años trabajando para el Ministerio de la Verdad, reescribiendo la Historia permanentemente e inventando héroes, Winston se vuelve consciente de que los retoques de la historia en los que consiste su trabajo son sólo una parte de la gran farsa en la que se basa su gobierno.

A través de una historia intrincada y una narrativa aguzada, Orwell relata al lector la historia trágica y aparentemente emancipadora de Winston Smith y Julia, su amante, tratando de derrocar un sistema donde la intimidad y el libre pensamiento no existen, ni siquiera se conocen.

El final de la novela es muy triste. Después de haber sido derrotado por el sistema, capturado, torturado, y liberado una vez comprobado que no supone ningún riesgo para el Gran Hermano, Winston Smith se encuentra en un bar, viendo en televisión una más de las noticias manipuladas que se emiten continuamente según la conveniencia del partido. La novela termina así:

“Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.”
Esta es mi segunda participación al proyecto La Literatura en el Cine. No sé si haya mucho que explicar, solo que renuncié a la obvia representación de la novela ya hecha cliché: el ojo vigilante del Gran Hermano. Decidí, en su lugar, representar la esencia de la novela: la esclavitud mental autoinflingida.

Orwell, profeta... más bien, Orwell certero observador. En sus tiempos, justo la época de la Segunda Guerra Mundial, ya se podía vislumbrar el futuro caos resultado de la lucha de poderes políticos, además de la manipulación de la opinión pública por medio de los medios masivos y la propaganda, y el futuro de la mente humana, víctima de sus propias comodidades.

En nuestros tiempos, no estamos lejos de los conceptos orwellianos. El abuso de poder, el engaño, la corrupción; la mentira, el amarillismo, la falsedad; el ensimismamiento, la desidia, la impasibilidad: todo resumido a culpas individuales, luego las colectivas; una prisión psicológica construida por nosotros mismos.

Por cierto, este cartel –que en palabras de mis amigos, uno de los mejores míos–, fue publicado recientemente en la revista AGR, y además está expuesto en el MUMEDI, junto a otros de la colección La Literatura en el Cine.

La Literatura en el Cine: El viejo y el mar

Diseño: René Azcuy/Jorge Garnica
para La Literatura en el Cine
Gráfica Latinoamericana ®2007
Santiago es un viejo pescador cubano, quien por meses ha tenido mala racha en la pesca. Un día, al cabo de unas horas de navegar, tras haber perdido de vista la costa, un pez pica el anzuelo: un pez enorme, dispuesto a luchar hasta la muerte, si fuera preciso.

La barca navega a capricho del pez mar adentro, y las fuerzas del viejo cada vez van a menos... Tras una larga y dura batalla, el pez se doblega, y el viejo, rebosante de felicidad, lo amarra al costado de la barca, para poner rumbo a la costa.

Sin embargo, para su desilusión, aparece un tiburón. No tardarían en acercarse otros más siguiendo el rastro de la sangre desparramada del pez herido. El viejo logra batirlos, pero se han comido ya medio pez. Por la noche más tiburones se acercan, dejando solo el esqueleto del gran pez.

Así, llega por fin a puerto, después de varios días en el mar. A la mañana siguiente los demás pescadores, asombrados, reconocen el mérito de Santiago, al ver los restos del gigantesco pez espada atado a la barca del viejo.
René Azcuy, maestro del cartel cubano post-revolución, regresa a la actividad gráfica trayendo de la mano un proyecto llamado La Literatura en el Cine, de grandes dimensiones en importancia, número de obras y ambiciones conceptuales y técnicas.

Tal proyecto, originado en un principio por una petición de la revista AGR de España a René –similar a la hecha a Ñiko el año antepasado–, desembocó en un equipo de más de treinta y cinco diseñadores convocado y dirigido por Azcuy, trabajando en alrededor de cien carteles. Las cintas seleccionadas tienen como requisito basarse en obras literarias de diferentes índoles.

Mi primera participación en este proyecto, es con El viejo y el mar, dirigida por John Sturges y basada en la novela de Ernest Hemingway. Esta obra, que en apariencia relata sólo la lucha de un viejo pescador con un enorme pez, es también una metáfora del honor, la derrota y el orgullo del hombre ante la adversidad.

Para el desarrollo de este cartel, Azcuy proporcionó el concepto y yo la realización. Como he mencionado con anterioridad, me fascina el estilo clásico de René: el uso exclusivo del blanco y negro –en ocasiones con un pequeño toque de color–, enormes tramas, encuadres cerrados, imágenes monolíticas y composiciones tipográficas sobrias e inteligentemente colocadas.

Et voilá.

Por cierto, el proceso de trabajo, sinopsis de obras, bocetos y todo lo demás relacionado con este proyecto, está siendo recopilado por mi amigo Héctor González en este blog: http://laliteraturaenelcine.blogspot.com/